sábado, 21 de marzo de 2009
Bueno tras dos semanas sin publicar nada al fin vuelvo a la carga, lo hago con una historia que ni siquiera a mi me gusta pero bueno a falta de pan...
Cada mañana Herb se levantaba en el mismo banco del mismo parque, pero nunca a la misma hora. No siempre había sido así para él, tiempo atrás fue una persona importante, con poder, un hombre capaz de conseguir lo que quisiera con solo chasquear los dedos. Siempre daba rienda suelta a sus antojos y sus vicios, mujeres, alcohol, tabaco, y chicle, y es que nada disfrutaba más Herb que el sabor de los chicles de fresa, siempre llevaba uno en la boca, incluso en mitad de reuniones conseguía mantener el chicle pegándolo debajo de la lengua, muchos de sus ex compañeros pensaban que ceceaba, pero no era así.
Esta situación prodigiosa no le duraría mucho, uno de sus ayudantes de directiva, Carl Evans, le traicionó, reveló a la policía algunas irregularidades en las cuentas del banco y fue condenado a diez años de prisión de los cuales cumplió tres por buen comportamiento. Además este entorno de engaños y fraudes hicieron que los principales accionista del banco retiraran sus aportaciones y como consecuencia el banco se fue a la quiebra absoluta. Ahora Herb estaba solo, sin familia y sin amigos, y tras pagar la suma millonaria impuesta de multa por sus delitos se quedó casi sin su capital.
Consiguió sobrevivir casi un año con los ahorros que aun tenía, peor pronto el dinero se acabó. Recibió varias ofertas de trabajo, pero ninguna estaba a su nivel (o al menos eso pensaba él).
Era sábado, y como cada semana había mercado en la plaza del pueblo, los mercaderes gritaban promocionando sus productos y los clientes buscaban los mejores precios y regateaban con los dueños de los puestos, aunque en pocas ocasiones con éxito. Como era habitual Herb se colocó en la entrada a un callejón donde algunos de los tenderos aparcaban sus furgones para no acaparar mucho espacio en la plaza y se dedicó a observar a los transeúntes para ver si alguno andaba despistado y poder robarle la cartera, eso para Herb era más honroso que trabajar para un jefe como el que había sido él. No todos los días Herb conseguía algún botín, pero para cuando no lo hiciera siempre le quedaba una alternativa, la señora Jackson.
La señora Jackson era una mujer de unos setenta años, era bajita y tenía el pelo blanco como la nieve. Cada sábado, esta mujer se colocaba en el mismo puesto a hablar con la misma tendera y dejaba su bolso un poco abierto con el monedero escasamente asomado, y con unos cinco euros casi siempre, para que Herb pudiera cogerlo sin problemas, y es que el hombre no aceptaba propinas por orgullo, asique ella se las apañaba para que él se hiciera con dinero para comer. Herb sabía que todo estaba preparado para que él lo cogiera, y solo cuando realmente tenía hambre se decidía a tomar ese dinero, aunque se engañaba a sí mismo para hacerse creer que lo robaba.
El motivo por el cual la señora Jackson se dejaba sisar era porque conocía a Herb desde pequeño y sabía que en el fondo no era mala persona, de hecho, cada vez que él cogía la cartera de la anciana, aquella misma tarde la dejaba de nuevo en el buzón de su casa, vacía eso sí.
Aquel día Herb se encontró con una mujer que parecía estar bastante absorta y la eligió como víctima del hurto. Siguiendo el procedimiento habitual en estos casos, se subió el cuello de su viejo abrigo para que le tapara medianamente la cara y con la cabeza gacha se aproximo a gran velocidad contra la elegida. Con un movimiento rápido de muñeca sacó del bolsillo de la mujer la cartera, la señora se giró y le agarró del abrigo, Herb pegó un tirón y empezó a correr calle abajo, la victima empezó a correr tras él con gritos de “al ladón, al ladrón”, la señora Jackson observaba la escena despavorida. Al salir de la plaza Herb cruzó corriendo la carretera, tuvo suerte de que ningún coche pasará por allí en ese momento, pero la mujer no fue tan afortunada, al cruzar un coche la atropello haciendo que quedara tirada en el suelo inconsciente, Herb se giró y vio la trágica escena, pensó en parar pero no quería acabar en la cárcel, asique haciendo caso omiso a su conciencia siguió corriendo hasta desaparecer.
Bueno pues a lo de siempre.
3 comentarios:
Su estilo es el teatro. Hágame caso.
OMG, k cosa mas triste, de historia. Está genial. me gusta!!
ya entiendo la relación con la del taxi. No esta mal. Eres bastante trágico eso sí.
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